Una conversación con un joven novelista estadounidense (Versión en español)
Ross Barkan habla sobre cómo amar la tradición literaria de Estados Unidos, incluso siendo crítico con el país en otros aspectos, y sobre por qué los escritores simplemente deben sentarse a escribir.
Hi, how are you? Here is the translation of my conversation with Ross. If you’d like to read the original in English, it’s here.
Como saben, soy bastante nuevo en Substack. Empecé a escribir Curva de aprendizaje hace algunos meses, y recién ahora me estoy acostumbrando a un (no tan) estricto calendario de publicación. A comienzos del año, mientras exploraba newsletters y publicaciones, me di cuenta de que, en el rincón que más me interesaba — literatura, cultura y política — una figura importante en esta plataforma era Ross Barkan (1989).
Lo descubrí cuando él y un grupo de escritores lanzaron en enero The Metropolitan Review, una revista literaria principalmente en Substack, aunque también tiene su propio sitio web, que recupera las grandes tradiciones del ensayo y la crítica estadounidenses, pero en el nuevo formato que permiten las tecnologías actuales.
Recomiendo The Metropolitan Review a todos los que se suscriben a mi Substack, y en realidad a cualquiera interesado en una escritura aguda y de alta calidad.
También empecé a leer su propia newsletter, Political Currents (con más de 40.000 suscriptores), donde publica ensayos políticos así como textos literarios y culturales, en un estilo lúcido y libre, en sintonía con una nueva generación de autores que eligen Substack por sobre las rígidas estructuras de los grandes medios, la edición tradicional e incluso los círculos académicos.
Ross es neoyorquino, nacido y criado en la ciudad. Estudió en Stony Brook, una universidad prestigiosa, aunque no muy conocida por los argentinos. En la entrevista cuenta su historia: una historia con la que, como escritor todavía en formación y desde un país del tercer mundo, no puedo evitar sentir simpatía. No asistió a una universidad de la Ivy League, ni siquiera hizo una maestría en escritura creativa — tan populares entre los escritores estadounidenses — y en cambio se abrió camino trabajando duro y “escribiendo a través” de su propio recorrido.
Y ahora, como se dice, está empezando a “pegarla”.
Este año también publicó Glass Century, una novela realista y ambiciosa sobre la vida de un grupo de personajes en Nueva York a lo largo de cincuenta años, que fue elogiada como una notable contribución a la tradición de la novela social estadounidense. Entre otras apariciones destacadas, pasó un episodio entero conversando con la estrella literaria Bret Easton Ellis sobre el libro en el podcast del propio Ellis.
Ross es muy consciente de que está viviendo un buen momento, y también sabe que, en gran medida, él mismo lo hizo posible: no de la manera en que solía funcionar el mundo literario — con grandes agentes y descubrimientos espectaculares — sino de la manera en que funciona ahora: a través de plataformas, escritura online y la generosa práctica de construir comunidades aquí.
Pero dentro de ese mundo, para él lo más importante sigue siendo sentarse frente a la computadora y hacer el trabajo. Eso también me gusta de Ross.
Acá tienen una versión editada por claridad de nuestra conversación por Zoom. Hablamos sobre su trayectoria como escritor y periodista, los desafíos y premios de publicar Glass Century, sus reflexiones sobre la tradición literaria norteamericana, su crítica a la autoficción, su visión para The Metropolitan Review y su dedicación a la escritura, disciplinada y casi compulsiva. Le agradezco su generosidad y espero que esta entrevista ayude a que más lectores — en español y más allá — descubran su obra.
Manuel: Podemos empezar con un breve resumen de tu recorrido, desde que eras un aspirante a escritor hasta donde estás hoy. ¿Y podrías contarme cómo lograste construir una carrera y ganarte la vida escribiendo?
Ross: Siempre quise escribir. Escribir siempre ha sido una gran pasión para mí. Pero mi plan original era ser profesor de lengua y literatura, porque no hay muchos trabajos en escritura o en periodismo. En la universidad escribía para el periódico estudiantil y también trabajaba en novelas, pero me di cuenta (o sentí) que sería muy difícil ganarme la vida solo como escritor o solo como periodista. Así que mi plan era ser profesor. Obtuve mi título en eso, empecé a dar clases, y luego apliqué para un trabajo en un pequeño periódico de Nueva York, y lo conseguí. Tenía unos 21 o 22 años. Ese fue realmente el comienzo de mi camino como reportero.
Cubría mucha política de la ciudad de Nueva York. Después pasé a otro periódico, The New York Observer, que en ese momento era de Jared Kushner —el yerno de Donald Trump—, lo cual fue muy interesante. Trabajé allí varios años; era un muy buen diario.
Manuel: ¿Qué cubrías ahí?
Ross: Cubrí el Ayuntamiento de Nueva York durante dos años, y también escribí sobre política nacional. Cubría al alcalde de Nueva York en ese momento, y después, en 2016, viajé por todo el país para seguir el ascenso de Donald Trump. Visité diferentes estados y cubrí esa historia.
Pero al mismo tiempo, mi trabajo se volvía más complicado porque Jared Kushner ya estaba trabajando para la campaña de Trump, mientras yo estaba escribiendo sobre Trump. Así que eso lo hacía más desafiante, como podrás imaginar.
Eventualmente dejé The Observer y empecé a trabajar como freelance para otras publicaciones. Escribí para The Village Voice, The Guardian, y otras. Principalmente sobre política. Y, algo sorprendente, esa se convirtió en mi forma de ganarme la vida, y todavía lo es hoy.
En 2018, hice una pausa en la escritura y me postulé para un cargo político a nivel estatal en Nueva York. Fue una experiencia interesante. Mi jefe de campaña fue Zohran Mamdani —quien podría convertirse en el próximo alcalde de Nueva York—. Eso me resulta impresionante, porque lo conozco desde hace muchos años. Es un gran tipo y muy inteligente, así que es emocionante verlo crecer.
Disfruté postularme para un cargo, pero escribir es realmente mi pasión. Empecé mi Substack en 2020, durante la pandemia. Fui uno de los primeros en Substack. Al principio estaba centrado en la política de Nueva York, pero con el tiempo también empecé a escribir de política nacional y, finalmente, de temas literarios y culturales.
Manuel: Durante todo este tiempo, ¿siempre seguiste escribiendo ficción?
Ross: Sí. Publiqué mi primera novela en 2018, Demolition Night. Luego, en 2022, publiqué la segunda, The Night Burns Bright, que es una especie de thriller literario sobre una secta en una zona rural que mata gente, pero también es una exploración de la infancia.
Durante la pandemia, en 2020, escribí Glass Century. Intenté publicarla durante varios años sin éxito. Finalmente volví con mi antigua editorial pequeña, y la aceptaron. Salió este año. Fue toda una lucha lograr que viera la luz, pero estoy muy contento de que finalmente esté afuera, porque realmente amo la ficción. Me encanta escribirla. El periodismo, la no ficción, la opinión, también me importan, pero diría que mi verdadera pasión es la ficción.
Manuel: Hace un par de meses escribiste un potente artículo en Substack sobre el capital social. Hiciste dos planteos: primero, que el prestigio literario tradicional ya no existe realmente; y segundo, que lo que importa ahora es construir una comunidad, y eso requiere generosidad hacia otros escritores y artistas. Me pregunto: en tu camino por el mundo literario, ¿encontraste esa generosidad o tuviste que crearla vos mismo?
Ross: La encontrás, sin duda. No siempre tanto como te gustaría, pero la encontrás. Algunos escritores son muy amables, te responden los correos, te apoyan. Otros no. Esa es la realidad. Siempre recuerdo que, cuando era un escritor joven, si alguien era generoso conmigo, significaba muchísimo. Realmente puede cambiarte la vida, ¿sabés? Aunque alguien solo te responda una pregunta, acepte leer tu trabajo o te apoye de alguna manera. Ese tipo de cosas, para un escritor joven, son todo.
A medida que fui teniendo más éxito, sentí que no quería tratar a los demás de la manera en que, cuando era más joven, odiaba que me trataran. Odiaba que me ignoraran. Odiaba que me desestimaran. Odiaba sentirme muy pequeño. Y cuanto más lo pensaba, me di cuenta de que yo podía ser distinto.
No promociono a todo el mundo, y no miento. Si algo no me gusta, no lo voy a promover ni a apoyar. Pero si me gusta, y viene de un escritor que todavía no está tan avanzado en su carrera, quiero ayudar.
Creo que es importante apoyar a los escritores y a la escritura que te gustan o que te apasionan. Si algo no te gusta, no lo hagás. Pero si te gusta, no hay razón para no ser generoso. Simplemente tratá a la gente como te gustaría que te trataran a vos. Es la regla de oro, y realmente creo que es cierta.
Manuel: Hablemos un poco de Glass Century. La novela ya salió y está generando bastante ruido. Es una obra muy ambiciosa, y estás ganando reconocimiento como escritor de ficción. ¿Cómo estás viviendo esto? Y en relación con la idea de prestigio, ¿qué significa ser “prestigioso” hoy en la escena literaria norteamericana? ¿Es distinto de lo que pensabas?
Ross: Es distinto. En algunos aspectos, es mejor. En algunos aspectos lo disfruto más que, quizá, la forma antigua, porque siento que ahora hay una verdadera comunidad alrededor de los escritores, especialmente en Substack.
Cuando uno piensa en el prestigio literario de hace 20 o 30 años, hay mucho que admirar: el dinero, el apoyo financiero que te daban las editoriales, el nivel de fama convencional que podías alcanzar. Pero al mismo tiempo, hoy soy mucho más feliz publicando una novela que, digamos, hace diez años, porque ahora existe este gran ecosistema de Substack, y cada vez es más fuerte.
Realmente podés lograr que tu trabajo sea visto, y en algunos sentidos es más fácil que antes. No tenés que quedarte esperando a que la institución haga todo por vos. Podés salir vos mismo a mostrar tu trabajo. Mi libro salió con una editorial muy pequeña, pero logré que lo reseñaran en muchas publicaciones —The Wall Street Journal, Compact y muchas otras, incluyendo varias reseñas en Substack—. Y, de hecho, lo han leído más que a muchos libros que salen de las llamadas editoriales grandes.
Y no estoy en contra de las editoriales grandes. Me encantaría que alguna me publicara algún día, y también me gustaría que me pagaran bien, pero realmente he disfrutado lo que ofrece Substack, y me emociona que Glass Century esté recibiendo reconocimiento.
Siempre quise que se me conociera como escritor de ficción, como novelista. La no ficción paga las cuentas, y me importa, pero la ficción me entusiasma, y espero que la gente me conozca por eso. Con Glass Century, eso parece estar cambiando: ahora la gente viene a mí por mis novelas. Antes era: “Ah, sos un periodista que además escribe novelas”. Pero ahora soy un novelista que también escribe periodismo, columnas y ensayos. Y se pueden hacer todas esas cosas. Hay muchos ejemplos, como Gore Vidal o Joan Didion: escritores que hicieron tanto ficción como no ficción. Yo me veo en esa tradición.
No tengo ninguna queja sobre Glass Century. En cierto modo, se publicó en el momento justo. Antes me sentía muy amargado porque no salió antes, ya que terminé el borrador en 2020 y quería que saliera en 2021 o 2022. Pero ahora veo que llegó al mundo en el momento perfecto. Ya estaba en Substack, tenía una audiencia, una comunidad, un ecosistema. Y es algo real, tangible. Conocés a estas personas. En la presentación conocí a muchos de ellos: personas que ya sabían quién era yo, que habían leído mi trabajo.
Esta plataforma ha sido excelente para promover libros y hacer conexiones. Realmente lo ha sido. Estoy muy agradecido. Uno puede lamentarse por cómo solían ser las cosas, pero en algún momento hay que mirar hacia adelante y ayudar a construir el nuevo mundo que uno quiere ver. Eso está pasando con Substack.
Manuel: ¿Cuál es tu rutina como escritor? ¿Sos disciplinado? ¿Escribís más ahora que antes? ¿Creés que la productividad y la disciplina son lo que hace mejorar a un escritor?
Ross: He sido productivo por mucho tiempo. En mis veintes escribía mucho. Parte de eso fue cuando era cronista de un diario. Tenía que escribir todos los días. Presentás notas sobre algo que está pasando en el Ayuntamiento, tenés una fecha límite. Así que vine de un sistema donde no podías quedarte esperando a que llegara la inspiración. No podías ser demasiado delicado, porque un editor estaba respirándote en la nuca y tenías que sacar tu trabajo. Eso fue un buen entrenamiento.
Y siempre me encantó escribir. Me gusta escribir ficción desde que tengo 18 años. Tengo muchas novelas inéditas, que deberían seguir inéditas porque no son tan buenas, pero fueron una muy buena manera de fortalecer mi oficio. Creo mucho en la repetición y en probar cosas. Si fallás, no importa. No creo que uno deba quedarse mirando una página en blanco durante horas. Mi filosofía es intentar escribir algo. Algunos días lo sentís, otros no. Poné una oración en la página. Poné dos oraciones en la página.
No creo que hoy sea más productivo que hace diez años. Creo que soy un escritor más fuerte. Creo que he evolucionado. Y no necesariamente tengo una sola rutina. Mi enfoque para la ficción es: si tengo tiempo libre, si no estoy socializando, si no estoy trabajando en un encargo de no ficción, si simplemente estoy en mi casa, escribo.
Ya no miro mucha televisión. Me gusta ir al cine —en realidad disfruto ir a una sala—, pero no veo tanto en mi casa. Participo en muchos podcasts, pero no los escucho tan seguido. Para mí es realmente escuchar música y escribir.
Creo que a mucha gente le sorprendería cuánto tiempo pasa al día sin hacer gran cosa. Y está bien a veces, pero hay muchos momentos en que simplemente estamos scrolleando en el teléfono o viendo algo sin prestar atención.
Si querés ser escritor, tenés que hacer el trabajo, tenés que escribir. Siempre lo he sentido así.
Tengo la suerte de poder escribir tanto por la mañana como por la noche. También puedo escribir con distracciones. El ruido no me molesta mucho. Además, uso la escritura como una válvula de escape. Cuando mi padre falleció hace unos años, eso no me detuvo. Recuerdo que al día siguiente escribí un Substack. El duelo tampoco me frenó. Escribir, incluso, se sintió más natural.
No necesito que las condiciones se alineen para hacerlo. No necesito estar en un cierto estado de ánimo. No necesito tener mi cuarto arreglado de una manera especial. Puedo sentarme en mi escritorio o en un sillón. Puedo sentarme en una cafetería. Si tengo una laptop o un cuaderno, estoy listo para empezar.
Es un trabajo, y lo trato como tal. Sabés, un trabajador tiene que estar en un lugar a una hora determinada, o lo despiden. Un escritor también. Sos escritor cuando escribís, así que tenés que empujar y poner palabras en la página. Esa siempre ha sido mi manera.
Manuel: ¿No sentís ansiedad cuando estás por sentarte a escribir?
Ross: No. Siento ansiedad si no escribo. Es curioso: mi ansiedad viene de no escribir. Tal vez sea una especie de compulsión. No consumo drogas, y bebo socialmente, pero no me gusta tomar solo en casa. No soy un gran bebedor.
Mi ansiedad viene de no escribir. Incluso ahora, sentado acá y hablando —y lo estoy disfrutando—, pero en el fondo me estoy preguntando: “¿Cuándo voy a volver a trabajar en un Substack, o a trabajar en esta pieza de ficción?” Y pienso: “Tengo que hacerlo, porque más tarde tengo otras cosas: tengo que salir a correr, o encontrarme con un amigo, y no voy a poder escribir entonces.” Así que en algún momento tengo que hacerlo.
En todo caso, mi ansiedad viene de no tener oportunidades para escribir. Hay una vocecita dentro de mí que pregunta: “¿Por qué no estás escribiendo? ¿Qué estás haciendo ahora? ¿Por qué no escribiste nada hoy?” Para algunas personas, esa presión es estresante. Para mí, es un estrés muy positivo. No me siento abrumado, solo motivado.
Pero una vez que me siento, estoy en la página y sigo adelante. Así es como funciona para mí.
La ficción es lo más difícil, diría. La no ficción se trata principalmente de investigación y conocimiento: es más artesanal, y no tenés que preocuparte tanto por el estilo. Pero con la ficción es distinto. No es exactamente ansiedad, pero hay días mejores que otros. Algunos días estás en flujo (flow), lográs lo que querés. Y otros días son más difíciles.
Encuentro que los días de ficción son más fáciles cuando ya tengo una buena idea de adónde quiero ir en una escena: cuando puedo ver la escena en mi cabeza, cuando tengo claro cómo quiero que se resuelva algo. Entonces la escritura fluye mucho más.
Es más difícil cuando todavía estoy tratando de ver adónde van los personajes —cuando están en diálogo y me pregunto: “¿Qué pasa después? ¿Dónde está el cambio?” Eso es más complicado. Pero uno escribe a través de esos problemas. Esa siempre ha sido mi manera: si estás trabado, seguí adelante.
Manuel: Siento que cuando escribo ficción, eso que vos llamás the flow me pasa cuando encuentro la voz, el punto de vista desde el cual abordar una escena. Pero probablemente eso tenga que ver con que escribo mucho en primera persona. ¿Cómo encontraste el punto de vista en Glass Century?
Ross: Hay cuatro personajes principales. Yo sabía que Mona Glass iba a ser el corazón de la historia, y esa fue una voz que realmente tuve que cultivar. Empezás con una idea del personaje: cómo va a sonar, cómo va a ser, y tratás de habitarlo. Pero también descubro que cuanto más tiempo escribís con un personaje, más crece, más podés vivir dentro de él. Y a veces te sorprende. Te encontrás escribiendo de una manera que no habías planeado; el diálogo o el estilo salen distinto de lo que esperabas.
No soy un planificador meticuloso. Me gusta empezar con un personaje y una voz. Si tengo esa voz, eso ayuda mucho: una vez que la tenés, podés seguirla. Glass Century usa una especie de tercera persona cercana, que está moldeada por los personajes pero que también permite cierto grado de amplitud.
Además, escribí otra novela —que sale el año que viene— que está completamente en primera persona. Ese fue un desafío distinto: una sola perspectiva para todo el libro. Eso es emocionante, pero también limitante de una manera que realmente te pone a prueba. No podés volver a una voz de narrador o a algo más autoral; estás atrapado en el mundo de esa única persona. En Glass Century no hice tanto de eso. Ahí tenía más rango.
Pero, sin duda, empecé con una idea de quiénes estaban en el libro y quiénes iban a ser los protagonistas. Y a veces simplemente lleva tiempo encontrar realmente la voz. No llega de inmediato. Tenés que escribir para llegar a ella. Al principio la escuchás débilmente, pero no siempre es instantánea.
Manuel: Yo te veo en la tradición de escritores como Franzen y Mailer, y tengo esta idea de que sos, en cierto modo, un escritor estadounidense orgulloso, lo cual no es muy común hoy en día: alguien orgulloso de la tradición estadounidense, de la novela estadounidense. Quizás por razones políticas.
Ross: Sí, creo que eso es correcto. Creo que gran parte del establishment literario estadounidense ahora mira hacia otros países. Las novelas traducidas son muy populares. Escritores extranjeros como Sally Rooney son muy populares.
No es que no haya estadounidenses bien considerados —los hay—, pero hay un poco de incomodidad con la tradición estadounidense.
Uno puede ser crítico con Estados Unidos. Yo mismo escribo con mucha dureza sobre Estados Unidos en mis ensayos y en otros textos. Soy muy consciente de nuestra historia: los desastres, el caos, las tragedias que ciertamente acompañan a la política exterior. Pero al mismo tiempo, uno tiene que sentirse orgulloso de la tradición artística.
Creo que es una gran tradición. El escritor estadounidense, en particular, ha sido una parte importante de la literatura moderna. Y sí creo que los escritores jóvenes en Estados Unidos tienen que recuperar esa tradición. No se trata de ser chovinista. No se trata de ignorar los pecados de Estados Unidos. Se trata de defender las obras que salen de aquí, de defender las muchas voces diferentes de Estados Unidos. Es un país muy grande, muy diverso. Hay mucha gente y muchos lugares interesantes que merecen más atención.
Yo escribí lo que conscientemente fue un libro estadounidense —un libro neoyorquino, sí, pero ante todo un libro estadounidense—, con una especie de alcance que podrías ver en alguien como Franzen, DeLillo o Roth. Esos escritores siempre me han atraído.
Y los grandes escritores estadounidenses toman en cuenta todo: los fracasos, los pecados, el terror, pero también la gran energía, el dinamismo y la esperanza que existen aquí. Todo eso es verdadero al mismo tiempo. Estados Unidos es una nación que ha causado mucho daño, pero también una nación que ha sido un faro en el mundo. Creo que a veces a la gente le cuesta manejar esa complejidad.
Veo escritores de izquierda que no quieren asociarse demasiado con el imperialismo estadounidense, y lo entiendo. Yo mismo soy un fuerte crítico del imperialismo estadounidense. Pero no podés simplemente ignorar la tradición artística estadounidense. Sí siento que a veces el establishment literario se incomoda con esa tradición. Pero yo no. Yo puedo sostener varias ideas en la cabeza al mismo tiempo.
Manuel: Lanzaste The Metropolitan Review en enero, y en solo unos meses la revista superó los 22.000 seguidores, lo que es impresionante. Han estado publicando ensayos largos, ambiciosos y críticas de libros. Son leídos, y no están ligados a la academia ni intentan ser ni “woke” ni “anti-woke”. ¿Esa es tu visión editorial? ¿O también tiene que ver con Substack? ¿Cómo ves la recepción que ha tenido la revista?
Ross: No quiero imponer una línea dura en The Metropolitan Review. Siento que tiene que ser un lugar para la gran escritura, para textos que han sido ignorados en otros lados. Tiene que ser un espacio que valore lo interesante y lo innovador.
Ciertamente es un lugar que no tiene miedo de parecer anti-woke, pero tampoco es simplemente otra fábrica anti-woke que produce opiniones previsibles. Realmente quiero ir más allá de esa dicotomía, eso es muy importante para mí: salir de esa mentalidad tanto como sea posible. Y creo que lo hemos logrado, lo cual me enorgullece. Creo que hemos superado eso.
Me importa el arte. Me importa la crítica. Quiero que haya reseñas de obras nuevas. Siento que muchas publicaciones ya no reseñan lo suficiente, simplemente no publican críticas de libros, y eso me preocupa. Quería cambiar eso un poco. Quiero publicaciones de crítica más vibrantes, como lo que fue alguna vez The Village Voice, o la antigua New York Review of Books. Eso es lo que yo admiraba, y eso es lo que quise traer con The Metropolitan Review.
También he estado descubriendo nuevos escritores, y eso es una gran parte de lo que hacemos. Me resulta profundamente emocionante darles visibilidad a estos jóvenes escritores que aún no habían tenido una verdadera oportunidad.
Manuel: Has estado desarrollando esta idea de una nueva era del Romanticismo: una reacción contra la tecnología y las falsas promesas de la ciencia, mirando en cambio hacia las artes, los encuentros presenciales, los intercambios significativos, incluso la imprenta. ¿Ves que esto esté ocurriendo a tu alrededor? ¿Es The Metropolitan Review parte de esto? ¿Te ves a vos mismo como un escritor neo-romántico?
Ross: Es una buena pregunta. Glass Century fue escrita mucho antes de todo esto, y no sé si mi literatura en sí encaja en alguna corriente en particular.
Sí siento que estamos en una era mucho más escéptica con la tecnología, más interesada otra vez en el arte y la literatura, pero también muy inestable políticamente. Creo que hay señales de esto por todas partes. También hay un movimiento de regreso a las instituciones presenciales, intentando construir organizaciones literarias que no sean solo digitales, que realmente se basen en encontrarse con otras personas, no mediadas únicamente por una pantalla.
Creo que estamos en el lento nacimiento de esta era. Va a tener idas y vueltas y todavía le queda mucho camino. Pero ya se siente muy distinta de los años 2010.
En cuanto a mi propio trabajo, no estoy seguro de situarlo ahí todavía. No sé qué es exactamente una obra neo-romántica en este punto. Estamos tan al inicio que no puedo decirlo. Para mí, me entusiasman las posibilidades, pero como escritor pienso menos en movimientos y marcos, y más en lo que funciona para este libro, por sí mismo.
Manuel: Has expresado una crítica a la autoficción en tus escritos. ¿Cuál es tu principal objeción?
Ross: No tengo problema con el concepto. Uno de mis escritores favoritos, Henry Miller, incluso podría incluirse en la autoficción.
Mi problema es que mucha autoficción, no toda, pero mucha, a menudo carece de un estilo interesante y tiene un alcance demasiado limitado. Miller escribía sobre sí mismo, pero sus libros están llenos de estos maravillosos toques surrealistas y metafísicos. Se expanden en todas direcciones, aunque sigan atados a la persona de Henry Miller. Me gustaría que más autoficción fuera así.
Me resulta cansador leer libro tras libro sobre escritores ansiosos, con problemas de escritores ansiosos y preocupaciones pequeñas de clase media-alta. Esos libros simplemente no me entusiasman.
No todos son malos. Ben Lerner es un buen escritor. Sheila Heti es una buena escritora. A Rachel Cusk no la he leído, pero he oído cosas buenas. Pero no puedo entusiasmarme con libros que se quedan tan confinados a una sola perspectiva sin realmente empujar los límites como lo hizo Miller, o como lo hicieron los modernistas con la conciencia.
Me encantan las novelas sin trama de Virginia Woolf —To the Lighthouse, Mrs. Dalloway, The Waves— pero ella era una escritora espectacular. No siempre veo ese nivel de destreza en la autoficción actual. Creo que ese ha sido mi problema con ella.
Manuel: Cuando creás ficción realista, como Glass Century, ¿dónde buscás los detalles y esa sensación de realidad al escribir?
Ross: Es una buena pregunta. Es simplemente tu vida cotidiana. Como escritor, estás constantemente observando: escuchando a la gente, mirando, tratando de absorber mucha información.
La ficción sigue siendo ficción. Siempre vas a imaginar, a estirar posibilidades y a agregar tus propios toques. Pero si estás trabajando en un modo realista, también querés investigar. Querés preguntarle a la gente cómo eran realmente las cosas. Recuerdo que en un borrador temprano de mi libro mencioné, de pasada, un negocio de VHS. Luego un lector lo notó y me dijo: “No, en los años setenta no había tiendas de VHS en Nueva York, esa tecnología todavía no existía ampliamente.” Así que tuve que sacar el negocio de videos del libro.
Tenés que asegurarte de no caer en demasiados anacronismos; tenés que saber qué estaba pasando y cuándo. Y eso es simplemente cuestión de prestar atención. Pero en general, ser un buen observador significa mantener los ojos y los oídos abiertos, y notar cómo se mueve y funciona realmente el mundo.
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Si no pueden, está todo bien. Gracias por estar y por seguir leyendo.
Me trajo un buen recuerdo de Henry Miller. Esos mismos giros surrealistas y metafísicos me hacía seguir leyendo y buscar dos novelas más de él y ni tanto las anécdotas. Debería buscar alguna más. Y mira qué buena noticia que le guste Las olas de Virginia Woolf.
Muy bueno Manuel. No tenía idea de la existencia de este escritor. Admiro mucho la literatura estadounidense. Gracias y un fuerte abrazo a la distancia.